Estos días
atrás, cuando se despedía un sombrío agosto y se asomaba septiembre, me ha dado por repasar mis lecturas de este
verano. Cualquiera que se pregunte por sus lecturas de verano evidentemente
piensa en aquellas realizadas en su periodo de vacaciones de verano, no en
otras vacaciones, sino sólo aquellas que comprenden el 21 de junio y el 22 de
septiembre del año en el hemisferio norte –en nuestro caso-; es decir, durante
la estación de verano, por si a alguien no le ha quedado claro.
Pero a mí no
me convence del todo la explicación estacional. Durante este verano de 2011 he
tenido lecturas de invierno profundo, alguna otoñal e incluso hasta alguna que
otra primaveral.
No recuerdo
exactamente la primera pero sí la típicamente veraniega El tercer reich de A.Bolaño. Magnífico libro, aún parte de mí está
en aquella ciudad de la costa brava con aquellas parejas de alemanes
disfrutando de unas vacaciones que
cambiarían sus vidas de manera trágica. Fueron 400 páginas de intenso placer
literario. Antes, había leído del mismo autor una Novelita lumpen que me puso en los pasos de un grande de las letras
hispanoamericanas. Bolaño tiene la virtud de saber envolverte de tal modo que puedes
llevar la novela asida a ti como un
recuerdo propio.
No sé si
inmediatamente, quizás fue antes pero no importa, tuve en mis manos el libro de
Ángel Zapata, La práctica del relato,
que me enseñó que los relatos para hacerlos bien deben ser naturales, visibles,
continuos y personales. No sé si lo he logrado pero son máximas que ahora tengo
presentes, algo que antes podía intuir y ahora ya sé, lo que supone que ya no puedo escudarme en el balsámico
desconocimiento.
Los ilusos de R. Azcona lleva conmigo
muchos meses sin poder terminarlo, no es una lectura de verano, verano; he
dejado que pasaran sobre ella los meses encima de mi impresora, entre otros
libros, como si renegara de su lectura, y en cierto modo es así, porque dentro
de mí hay cierto temor a acabar como el personaje.
También cayó
en mis ojos los Cuentos completos de
Aldecoa que no acabé por su
voluminosidad pero que me revelan un genial creador de cuentos, al que seguiré
leyendo. Nada de Janne Teller popular
y premiado libro para adolescentes –y no tanto- de la autora danesa en el que
intenta mostrarnos que se puede dar un sentido a la vida por mucho que sea la
desazón y hastío que habite en ella.
Este último
mes de agosto ha sido primordialmente
poético, he buscado nuevas lecturas de poetas, e intentado renovar la mirada
para atrapar nuevas metáforas y nuevas enseñanzas. Así, me he reencontrado con
Claudio Rodríguez, García Montero y por supuesto Benedetti y A. González, que
nunca se van de mi lado. Pero también ha venido gente nueva al parnaso estival
y he tenido la grata sorpresa de descubrir para fastidio de mi ignorancia al
poeta Alberto Vega, asturiano de Langreo,
excelso compositor de realidades poéticas en Estudio
melódico del grito. Poeta que por un cruel embate del destino falleció
prematuramente a los 49 años. Yo que conservaba la esperanza de conocerlo y que
una noticia en Internet me reveló una hecho que no hubiera deseado. Este mes de
septiembre me ocupará Los enamoramientos
de Javier Marías, las páginas leídas me han permitido meterme en la piel de una
mujer, o de dos mejor dicho. Me temo que no saldré de ellas del todo hasta
mediados de mes, por ahora me encuentro muy cómodo en ellas.
Y algunos
libros más que ya no recuerdo con claridad porque mi interés se apagó en la
página 20 ó 30, en el caso del Ulises
de Joyce en la página 60, que me perdone el maestro pero me he rendido por
enésima vez, me pierdo y me pierdo en sus páginas, y temo un día pederme para
no volver, por eso es mejor dejarlo a tiempo. Apelo a su clemencia.
Y vosotros os
preguntaréis cuál de estas lecturas son de invierno, o de primavera o de otoño.
Eso no os lo podría decir ningún libro de los que he leído, sino este lector
que os escribe.
Buena lectura…