Beso a beso picoteabas mi
nido
lleno de labios hambrientos,
que te saltaban desde mi boca
hecha de ramas y de restos.
A ti iban, lanzándose a tu boca
como lo harían con una madre.
Tú repartías el beso
alimenticio
y ellos pujaban por esa
carne.
Regurgitando el amor sobrante
de otro cuerpo abandonado,
nunca me dejaste con hambre,
pero nunca me llenó del todo.
Jamás hubo provisión mejor
que la de tus labios.
Ni peor espera
que la de tu último vuelo.
Ni nido más muerto
que el de mi boca.