Chico, ese árbol que ves ahí lo traje en este bolsillo...

lunes, 9 de julio de 2012

ARTÍCULO: DE HOMBRES, GAFAS Y CATEDRALES


Mis últimas gafas de sol iban firmadas, lo advertí poco antes de tirarlas por una incómoda raja de la lente derecha. Mis Roberto M. me dieron servicio menos de los esperado, causo baja para mis ojos antes de su segundo verano.

Es curioso ver cómo las cosas más insignificantes de las que hacemos uso cotidiano llevan su nombre con su apellido. He llegado a ver no solo gafas sino evidentemente todo tipo de prendas de vestir, muebles, zapatos, y un largo etécetera de objetos que aspiraban ser alguien y no un simple algo. Cuando veo esos objetos pienso en las catedrales, esos edificios con campanas y pobres a la puerta que elevaban -y a algunos, elevan- nuestros espíritus al visitar sus entrañas y que ni el propio Dios se atrevió a poner rúbrica.

Esta sociedad nuestra, en la que nos desvivimos por vivirla, rodeada de personas que algunas ya han perdido todas las letras de su nombre con sus apellidos, porque nadie responde ante y por ellas. Esta sociedad donde el hombre y la mujer anónima es la que se revela por dar significado a palabras como Democracia, Justicia, Trabajo, Ciudadanía...; esta sociedad es también y por desgracia, sobre todo, una sociedad en la que los objetos pueden aspirar a ser alguien, mientras los "alguien" pasan a ser "algo". Permítanme el inciso: me viene a la mente esos trabajadores indios y pakistanís de Dubai hacinados en los autobuses que los llevan al tajo diario:  levantar cientos de pirámides modernas llamadas rascacielos por un sueldo miserable y en condiciones infrahumanas, sin que el pudiente occidental diga nada, porque entiende que sería irrespetuoso con las tradiciones árabes.

De vuelta del inciso, la verdad es que no me apetece decir mucho más, quizás sea por esta manía que he adquirido recientemente de ir poco a poco convirtiéndome en cosa, en un algo que no dé mucha lata en su uso y manejo diario, y cuya característica principal sea más que la simpleza, la sencillez; que es el mejor estado de las cosas.