Según las profecías mayas, el 21 de diciembre de 2012 se acaba el mundo, un día antes de mi cumple. ¡Pues mira tú que faena, me tendré que quedar sin regalos! Bueno, hasta entonces nos quedan unos cuantos días para intentar que el mundo no acabe con nosotros, aunque en camino estamos de acabar con él.
Llegado a este punto, se suele hacer recapitulación de aquellas cosas que nos han marcado en este año que se va. En mi caso, quiero quedarme con instantes aparentemente intrascendentes, que pasan desapercibidos para el ojo humano pero con los que yo suelo aprovisionar mis bodegas de alcoholizada melancolía.
Me dejaré muchos, pero me vienen a la memoria aquella lágrima de vino tinto en una copa, el sonido de las pisadas en una playa de Llanes al clavar nuestros talones, aquella piedra donde serví de cebo al mar de Burela, la emoción de tocar las paredes de los Palacios nazaríes, las fondues contemplando la Alhambra, el pescado desmigao en Torre, La Mezquita de Córdoba, un rosco de vino y patatas fritas recién hechas por Córdoba, un cielo yendo a Málaga, un abrazo cálido de reconciliación y una Eva –mi Eva- sin manzana y con paraíso.
No menciono los que se fueron, porque siempre los llevo y llevaré. Me felicito por los que me voy encontrando y a los que me olvidan suelo olvidarlos.
Un año más, por aquí me encontraréis llevando algún que otro árbol en mis bolsillos.
Un abrazo y Feliz 2012.
Toni Pilar