Chico, ese árbol que ves ahí lo traje en este bolsillo...

viernes, 2 de septiembre de 2011

ARTÍCULO: LECTURAS DE UN VERANO SOMBRÍO


Estos días atrás, cuando se despedía un sombrío agosto y se asomaba septiembre,  me ha dado por repasar mis lecturas de este verano. Cualquiera que se pregunte por sus lecturas de verano evidentemente piensa en aquellas realizadas en su periodo de vacaciones de verano, no en otras vacaciones, sino sólo aquellas que comprenden el 21 de junio y el 22 de septiembre del año en el hemisferio norte –en nuestro caso-; es decir, durante la estación de verano, por si a alguien no le ha quedado claro.
Pero a mí no me convence del todo la explicación estacional. Durante este verano de 2011 he tenido lecturas de invierno profundo, alguna otoñal e incluso hasta alguna que otra primaveral.
No recuerdo exactamente la primera pero sí la típicamente veraniega El tercer reich de A.Bolaño. Magnífico libro, aún parte de mí está en aquella ciudad de la costa brava con aquellas parejas de alemanes disfrutando de unas vacaciones  que cambiarían sus vidas de manera trágica. Fueron 400 páginas de intenso placer literario. Antes, había leído del mismo autor una Novelita lumpen que me puso en los pasos de un grande de las letras hispanoamericanas. Bolaño tiene la virtud de saber envolverte de tal modo que puedes llevar la novela  asida a ti como un recuerdo propio.
No sé si inmediatamente, quizás fue antes pero no importa, tuve en mis manos el libro de Ángel Zapata, La práctica del relato, que me enseñó que los relatos para hacerlos bien deben ser naturales, visibles, continuos y personales. No sé si lo he logrado pero son máximas que ahora tengo presentes, algo que antes podía intuir y ahora ya sé, lo que supone que ya  no puedo escudarme en el balsámico desconocimiento.
Los ilusos de R. Azcona lleva conmigo muchos meses sin poder terminarlo, no es una lectura de verano, verano; he dejado que pasaran sobre ella los meses encima de mi impresora, entre otros libros, como si renegara de su lectura, y en cierto modo es así, porque dentro de mí hay cierto temor a acabar como el personaje.
También cayó en mis ojos los Cuentos completos de Aldecoa que no  acabé por su voluminosidad pero que me revelan un genial creador de cuentos, al que seguiré leyendo. Nada de Janne Teller popular y premiado libro para adolescentes –y no tanto- de la autora danesa en el que intenta mostrarnos que se puede dar un sentido a la vida por mucho que sea la desazón y hastío que habite en ella.
Este último mes de agosto ha sido  primordialmente poético, he buscado nuevas lecturas de poetas, e intentado renovar la mirada para atrapar nuevas metáforas y nuevas enseñanzas. Así, me he reencontrado con Claudio Rodríguez, García Montero y por supuesto Benedetti y A. González, que nunca se van de mi lado. Pero también ha venido gente nueva al parnaso estival y he tenido la grata sorpresa de descubrir para  fastidio de mi ignorancia al poeta Alberto Vega, asturiano de Langreo,  excelso compositor de realidades poéticas en  Estudio melódico del grito. Poeta que por un cruel embate del destino falleció prematuramente a los 49 años. Yo que conservaba la esperanza de conocerlo y que una noticia en Internet me reveló una hecho que no hubiera deseado. Este mes de septiembre me ocupará Los enamoramientos de Javier Marías, las páginas leídas me han permitido meterme en la piel de una mujer, o de dos mejor dicho. Me temo que no saldré de ellas del todo hasta mediados de mes, por ahora me encuentro muy cómodo en ellas.
Y algunos libros más que ya no recuerdo con claridad porque mi interés se apagó en la página 20 ó 30, en el caso del Ulises de Joyce en la página 60, que me perdone el maestro pero me he rendido por enésima vez, me pierdo y me pierdo en sus páginas, y temo un día pederme para no volver, por eso es mejor dejarlo a tiempo. Apelo a su clemencia.
Y vosotros os preguntaréis cuál de estas lecturas son de invierno, o de primavera o de otoño. Eso no os lo podría decir ningún libro de los que he leído, sino este lector que os escribe.

Buena lectura…

2 comentarios:

  1. Leí desde antes de aprender a leer: mis libros me acompañaban, me acompañan a todas partes y la lectura se transformó en un juego donde aprendí tantas cosas.
    QUIZÁ no hubo días en mi infancia más plenamente vividos que aquellos que pasaba con mi libro favorito. Todo lo que, al parecer, los llenaba para los demás, y que rechazábamos como si fuera un vulgar obstáculo ante un placer divino: el juego al que un amigo venia a invitarnos en el pasaje más interesante, la abeja o el rayo de sol molestos que nos forzaban a levantar los ojos de la página o a cambiar de sitio, la merienda que nos habían obligado a llevar y que dejábamos a nuestro lado sobre el banco, sin tocarla siquiera, mientras que, por encima de nuestra cabeza, el sol iba perdiendo fuerza en el cielo azul, la cena a la que teníamos que llegar a tiempo y durante la cual no pensábamos más que en subir a terminar, sin perder un minuto, el capítulo interrumpido; todo esto, dejaba por el contrario un recuerdo tan agradable, que, si llegára ahora a hojear aquellos libros de antaño, serían para mi como los únicas imagenes que hubiéramos conservado de un tiempo pasado, con la esperanza de ver reflejados en sus páginas lugares y estanques que han dejado de existir hace tiempo....solo hay que saber dos cosas en la lectura saber escoger los libros y leerlos bien!!...Gracias por tu articulo, Besos E&C

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  2. Sartre en Las palabras, una especia de autobiografía, decía que en su infancia los libros fueron sus pájaros , sus árboles y sus amigos. Los libros tienen que ser libros, que con eso es suficiente, más que suficiente -diría-. Dejemos ser lo que son a los pájaros, a los árboles y a los amigos/as, para que, por ejemplo, escriban cosas tan bellas como las que tú escribes, amiga del alma, amiga. Besos y gracias.

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