Chico, ese árbol que ves ahí lo traje en este bolsillo...

miércoles, 9 de mayo de 2012

EN BUSCA DEL SUGUS PERDIDO

Los sugus de ahora ya no son como los de antes, ahora son mas pequeños y más cuadriculados como si hubieran ido al gimnasio durante estos 30 años entre mi infancia y el presente. Han perdido también ese papelito blanco en forma de pañal bajo el de colores, señal inequívoca que ya se han hecho mayores.
En definitiva, no son lo que eran. Antes eran amables, achatados por los polos y más sabrosos al paladar exigente del niño experto en chuches. Esta tarde, en una estación, me ha dado por comprarlos, y ahi estaban en un tubo cuadrado, uno detrás de otro en perfecto estado de revista. Podría decirse que han sido envasados al olvido, porque: ¿quién no se acuerda del sabor de un sugus, de su caricia untuosa, de su cálido sabor estar en nuestra lengua y sobre todo de sus envoltorios de colores? Hoy he querido recobrar el sabor de entonces, el sabor -uno de los sabores- de mi niñez, pero me quedé en la tercera adolescencia, no he podido bajar de los 15 años, cuando todavía comía sugus pero no tenía ya el paladar tan fino, no me preguntéis el porqué.
Todo se pierde, hasta el buen sabor de un sugus recién comprado, por eso pensé en tragármelos sin más, por mucho zumo concentrado que diga que lleve, pero no es recomendable dejarse llevar por el rencor a unos caramelos sobre todo si te los llevas a la boca, así que aquí lo tengo dando vueltas en mi boca, pensativo y circunspecto, como si él también intentara recordarme, como si intentara advertir si aún hoy queda algo de aquel que fui.

ARTÍCULO: LA COSA

Creo en ese noble arte de gestionar la cosa pública que es la política y no en ese arte (porque arte es hasta el de la guerra) de que la cosa política domine lo público. ¿Qué es la cosa? Pues además de una película de mucho miedo de los años 80 de la que han hecho un remake recientemente que no está a la altura del original; pues digo, además de eso, es algo que es de todos pero que nadie lo siente como suyo,  a veces incluso  hasta cuando nos lo roban. No lo vemos con nitidez, es algo amorfo, insípido, inoloro....como el agua, pero como el agua imprescindible para que exista vida: la vida pública, la vida social.
No me estoy refiriendo sólo al mobiliario urbano, o a los presupuestos del Estado, o al cuerpo de leyes, o los Servicios Sociales, o a la Educación, etc.; sino pienso en la idea de sociedad, a la existencia de la idea de ciudadano. Cuando el peatón, ese que cruza por la calle, va de aquí para allá, paseando por una acera o un jardín público o se introduce en un edificio que tiene placa de inauguración; pues ese ciudadano si deja de pensar que trabaja y paga impuestos para seguir haciendo eso, pues es que la cosa no va bien y puede empezar a pesar que la gestión pública de la cosa idem, es como una película de miedo (a veces más esperpento que otra cosa).
Es comprensible que entonces  en el ciudadano nazca un sentimiento de desapego a la política o por extensión a todo lo que emana de  ella. Es probable que empiece a ver lo publico como algo sin rostro, alejado de sus intereses, más cercanos  a los de otros, como si fuera un órgano que carece de funciones ciertas y que ha pasado a ser algo inservible.
Hay que tener cuidado con eso porque si el ciudadano empieza a ver que la cosa pública tiene poco o nada de público y solo es cosa, entonces puede empezar de verdad la película de miedo, sólo hace falta mirar el renacimiento del fascismo en alguno paises europeos.