Chico, ese árbol que ves ahí lo traje en este bolsillo...

miércoles, 14 de septiembre de 2011

POESÍA: CAZADOR



Cuando quiero identificar lo que siento,
cierro mi ojo como lo haría un francotirador.
Cuando tengo la pieza a tiro,
siento una fugaz lástima de mí mismo,
como un descabellador novato.

Unas veces encañono una recién nacida tristeza,
otras un veterano y saludable hastío,
pero siempre con cornamenta melancólica
del macho sin hembra por la que luchar.

Ayer herí de muerte a una de mis tardes,
para no pasar otra mala noche.
Dormí la noche que no hubo
y la mañana que no se gestó.

Con esta labor cinegética,
evito la proliferación de tardes perdidas,
de horas muertas,
inútiles para apuntalar el olvido.

Por fortuna, siempre tuve buena puntería
y más si disparo sobre mí mismo.

3 comentarios:

  1. la primera vez que lo he leído me ha gustado, la segunda me ha gustado un poco más. La tercera, un montón de ganas de llorar.

    >_<

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  2. Por favor no lo leas más, hazlo por ti....Un abrazo!

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  3. Tu poesia me recordó a Neruda..en su Cazado en el bosque...
    Al bosque mío entro con raíces,
    con mi fecundidad: De dónde
    vienes?, me pregunta
    una hoja verde y ancha como un mapa.
    Yo no respondo. Allí
    es húmedo el terreno
    y mis botas se clavan, buscan algo,
    golpean para que abran,
    pero la tierra calla.

    Callará hasta que yo comience a ser
    substancia muerta y viva, enredadera,
    feroz tronco del árbol erizado
    o copa temblorosa.

    Calla la tierra para que no sepan
    sus nombres diferentes, ni su extendido idioma,
    calla porque trabaja
    recibiendo y naciendo:
    cuanto muere recoge
    como una anciana hambrienta:
    todo se pudre en ella,
    hasta la sombra,
    el rayo,
    los duros esqueletos,
    el agua, la ceniza,
    todo se une al rocío,
    a la negra llovizna
    de la selva.

    El mismo sol se pudre
    y el oro interrumpido
    que le arroja
    cae en el saco de la selva y pronto
    se fundió en la amalgama, se hizo harina,
    y su contribución resplandeciente
    se oxidó como un arma abandonada.

    Vengo a buscar raíces,
    las que hallaron
    el alimento mineral del bosque,
    la substancia
    tenaz, el cinc sombrío,
    el cobre venenoso.

    Esa raíz debe nutrir mi sangre.

    Otra encrespada, abajo,
    es parte poderosa
    del silencio,
    se impone como paso de reptil:
    avanza devorando,
    toca el agua, la bebe,
    y sube por el árbol
    la orden secreta:
    sombrío es el trabajo
    para que las estrellas sean verdes...
    Besos E&C

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