Chico, ese árbol que ves ahí lo traje en este bolsillo...

jueves, 10 de febrero de 2011

RELATO: VASOS COMUNICANTES


Muchas veces me pasó. Me pasó que la persona -en concreto, mujer-  con la que compartía mi vida, se convertía en otra. Me pasó que esa mujer con la que convivía era la misma mujer con la que había convivido en otros periodos de mi vida.
No sé por qué razón las mujeres que me acompañan –entiéndase las significativas, las otras se cruzan- al final son sólo una, la misma. ¿Qué fuerza actúa para convertir lo que parecía único en algo mimético, igual a lo que ya conocía? ¿Esa fuerza procede de mí o más bien de un proceso ontogenético o filogenético? Me pierdo en la búsqueda de porqués. La cuestión es que por mucho que lo intenté, las mujeres que amo por un periodo de mi vida –que puede durar lustros- me desvelan un mismo rostro llegado a un punto de la relación y es la misma que había amado anteriormente y la que también había dejado de amar por muy mala memoria que tenga.
No sé qué sentido darle a todo eso. No sé cómo proceder, por desgracia sí sé cómo, pues como las otras ocasiones en las que fracasé o fracasó o fracasamos. No sé en qué sujeto singular o plural de primera o segunda persona reside el culpable. La cuestión es que tras cada fracaso me pregunto lo mismo, busco las razones, las causas que hacen de algo único, en principio, una cadencia de cosas iguales, de escenas repetidas, de discusiones con final infeliz.
En un último impulso amoroso, intento reconstruir esa mujer con mis propias manos con materiales emocionales reciclados, rescatando del pasado aguja e hilo para coser una relación de arena. Todo con la única esperanza de  oxigenarla de hacer que respire como antes, de dar de nuevo con el  mecanismo o el número secreto que la reinvente, que la reintegre a su estado de único ser al que puedo amar.
Pero siempre se me escapa de las manos. No sé si echa a volar o sufre un cambio químico que la convierte en agua, porque desaparece pero está dentro de mí, ocupando una parte del porcentaje total de mi ser. Permanecerá ahí como todas las demás, habitándome, ocupando mi espacio, un espacio interno que tiene la cualidad de mantener una relación de vasos comunicantes con mi vida: cuanto más me lleno de personas ausentes en mi interior más se vacía mi vida, cuanto más repleto me siento más vacío estoy.

1 comentario:

  1. creia que no iba a gustarme este relato(me lo dijo su autor)nada de eso..leo y siento ese vértigo que da asomarse a tu propio espacio..y en un torpe intento de reconstruirme sólo se me ocurre la letra de una canción de Fito pa llenar de ecos el vacio..
    "Puede ser que la respuesta
    sea no preguntarse por qué,"
    Me equivocaria otra vez

    ResponderEliminar