Chico, ese árbol que ves ahí lo traje en este bolsillo...

viernes, 17 de junio de 2011

RELATO: ESMALTE Y RAÍZ

A pesar de no sonreír mucho, mi madre era muy cuidadosa con sus dientes. Por eso su ceremonia de lavado era más ardua que la de las sentinas de un petrolero. Primero se cepillaba su dentadura con un cepillo eléctrico de cerdas con varias alturas  que apuraban milimétricamente la limpieza. Después, utilizaba un hilo dental especial viscoelástico de monofilamento,  con un  elastómero termoplástico que le confería  una gran  resistencia. Ya lo hubiera deseado tener Clint Eastwood en al Fuga de Alcatraz para descolgarse por la fachada. Lo más sorprendente era que mi madre se lo metiera en la boca todos los días.
Por último, para completar su proceso de higiene bucal, tomaba un trago de colutorio  manteniéndolo en la boca durante 20 min. cronometrados con precisión, como en una carrera de una final olímpica de 100 metros lisos.  Por curiosidad científica, que, posteriormente, desembocó en vocación laboral, yo miraba los componentes de los productos de mi madre, por eso recuerdo que aquel colutorio se componía de  Agua, Alcohol, Sorbitol, Fosfato de Sodio, Hidrogenated, Sodium Fluoride, Sodium Saccharin, Sodium Bicarbonato, y más cosas.  En aquel tiempo, yo conocía la composición del agua y alcohol, del resto lo desconocía todo, por eso temía mucho por la vida de mi madre cada vez que se lavaba los dientes y respiraba con alivio cuando me miraba, con ojos enrojecidos,  después de evacuar esa extraña pócima.

Ella insistía en decirnos a mi hermana Violeta y a mí que por la boca es por donde entraban las enfermedades y la lengua donde descansaban, así que todas las mañanas nos observaba la lengua como el que compra por primera vez un filete de búfalo, con desconfianza pero a la vez con curiosidad. Solíamos salir bien parados de la revisión bucal diaria; eso sí, era estricta con el lavado de los dientes todos los días, después de haber ingerido algo, por fugaz e insignificante que fuera. Para convencernos, nos decía que los enemigos de los dientes son hombrecitos  diminutos que pueden vivir en los alimentos más pequeños pero con una fuerza enorme, porque pueden derribar al mayor de los gigantes y que no podíamos bajar la guardia de la fortaleza de marfil de nuestras bocas. Cuando nos fuimos haciendo mayores el lenguaje ya se hizo más científico y nos hablaba de  sarro, esmalte, bacterias y facturas de dentistas … eso nos hizo pensar a mi hermana y a mi que la boca ya dejaba de ser un cuento a ser algo más serio. Quizás por eso se divorció de mi padre cuando le perdió el hilo dental; bueno eso es lo que nos dijo nuestro padre. Lo que nos decía nuestra madre  es que lo que había perdido nuestro padre fue el  respeto hacia ella. Pero nosotros sabíamos  que el hilo dental formaba parte de ese respeto, y fue el hilo que colmó el vaso, aunque parezca paradójico pensar en un hilo que desuna.
Mi hermana y yo seguimos lavándonos los dientes, a pesar del divorcio, sobre todo porque seguimos viviendo con nuestra madre, que incluso llegó a ser más estricta con al higiene bucal, sobre todo después de las visitas a casa de nuestro padre. Supongo que mamá pensaría que mi padre no se  lavaba mucho los dientes o que podría haberse comido algo en mal estado.

Con el tiempo, Violeta y yo continuamos la batalla por nuestra cuenta con esos  bichitos, después de cada comida. Ahora ella revisa la lengua de sus dos hijos cada mañana, esperando ver si allí duermen o no las bacterias. Yo por lo menos lo hago conmigo mismo al levantarme. Esa mueca que al inicio de mi vida nuestra madre nos hacía creer que  resultaba un ejercicio de responsabilidad civil por los posibles riesgos de pandemia, ahora no es más que una burla maturina a mí mismo. Ironías de la vida.
Recientemente, a mi madre le han  tenido que poner una dentadura nueva, gastándose en ella lo que no se gastó en nosotros en toda su vida. El dentista le dijo que el contacto  prolongado del Sodium Fluoride, Sodium Saccharin y el Sodium Bicarbonato, componentes  del colutorio que ella siempre usó,  le había dañado  las encías provocando el debilitamiento de las raíces. Pero lo que más dañó a su dentadura fue la mala utilización del hilo dental.

Lástima que mi madre ahora sonría aún menos, a pesar de lo brillante que está su dentadura, quizás porque sabe que jamás la sentirá lo suficientemente limpia.


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