Chico, ese árbol que ves ahí lo traje en este bolsillo...

martes, 7 de junio de 2011

PARA ESCUCHAR MIENTRAS SE LEE Y LEER MIENTRAS SE ESCUCHA

El viejo armario de la bisabuela lo había dejado a medio pintar en el desván de la casa familiar, tras la muerte de mi madre. Allí estaba, como el niño aterido de frío al salir del agua a la espera que le abracen con una toalla. Recordé las palabras de mi madre en aquella tarde de verano, al rescatar el viejo armario bajo unas sábanas sucias: fíjate cómo era mi abuela Palmira, siempre tan ordenada, no como tu abuela,  si hasta se preocupó de poner un cordel delante del espejo para colgar sus pañuelos. Siempre fue tan cuidadosa.
Mis manos recorrieron el cuerpo del armario, buscando las sombras ocres tras el blanco inmaculado de la pintura. Aquí. Aquí también. Debo repasar  estas esquinas y tener cuidado de no pintar los tiradores. Me decía, sin casi percatarme de que mi imagen  se proyectaba en el espejo interior de la puerta. En ese instante, imaginé el último reflejo de mi madre de niña y el de mi abuela y el de su madre y todas las veces en que el espejo albergó la imagen de alguien querido.
Noté el frío que entraba por la pequeña ventana del desván como un olvido. Al instante, cerré la puerta del armario, guardando todos aquellos reflejos ocres en mi interior, para siempre.

1 comentario:

  1. La vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse.
    Roger Martin du Gard

    E.

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