Chico, ese árbol que ves ahí lo traje en este bolsillo...

jueves, 7 de abril de 2011

DE PARADOJAS, POLÍTICOS, JÓVENES Y ESTATUAS

Las estatuas humanas de La Rambla anuncian movilizaciones, escuchaba ayer en algún programa de noticias. Me gustó, me gusta que las cosas sean paradójicas, que no sean lo que se supone que son o deben ser, de hecho hay muchas cosas contradictorias pero que no sabemos que son así por lo que pasan por normales. Una de mis aficiones ocultas es la búsqueda de paradojas, sin ir más lejos ayer supe que la Eurocámara  rechazó una serie de medidas de austeridad para los eurodiputados, entre ellas viajar en clase turista, no cobrar dietas y congelarse los sueldos; evidentemente no salió adelante, eso sería contradictorio con su condición de político, ¡lástima! no hay paradoja en este caso (todo esto mientras Portugal pedía el rescate económico a la UE). 

¿Para qué sirve un político? parafraseando el título de la película de Tom Fernández (¿Para qué sirve un oso?) pues está claro: para no incurrir en paradojas, la paradoja sería que se rebajaran los sueldos, que viajaran como la gente de a pié, que no cobraran dietas, que ficharan y trabajasen y que tuvieran sentido común…. No busquemos más, los políticos son coherentes. De hecho hay pocos -o ninguno- que hayan podido ser convencidos en el Parlamento de la opinión contraria a la que mantenían, pocos que hayan dejado su partido por ir en contra de sus principios y pocos los que se van cuando estorban; en fin, la mayoría son gente congruente y razonable, como digo.   
¿Puede ser una paradoja que miles de jóvenes salgan a la calle pidiendo trabajo, casa o pensiones? Evidentemente, no ¿verdad? Por eso lo hacen hoy en Madrid. Quizás lo paradójico es que no lo hayan -hayamos- hecho antes, que apelen al efecto contagio para hacerlo cuando hay tanta gripe de desánimo y apatía; tanto futuro desangelado.
Es una búsqueda ardua la de encontrar paradojas, como se puede ver, en  este mundo ordenado y sensato. Vamos a ver qué ocurre con las estatuas de La Rambla, estoy por pensar que son una metáfora de nosotros mismos más que una paradoja en este tiempo hostil y propicio al odio, donde, de tan indignante, hasta las estatuas se movilizan.    


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