Chico, ese árbol que ves ahí lo traje en este bolsillo...

viernes, 29 de noviembre de 2013

RELATO: LA DOBLE IDENTIDAD

Me lo dijo la bibliotecaria. Tenía doble identidad. En el ordenador, figuraban dos números de registro con los que podría sacar libros. Me sentí afortunado en primera instancia. Ana, la bibliotecaria, me sugirió que sacara los libros con el carné rojo porque con el carné azul habitual había entregado los libros pasados de fecha. A eso me dispuse cuando me dirigí a la sección de literatura iberoamericana. Sin saber muy bien por qué, me detuve en la sección de poesía inglesa. Nunca me había gustado la poesía y no sabía muy bien qué o a quién buscaba. Fisgué como el que va a comprar nada. Mis ojos se fijaron en un lomo rojo, con las tapas brillantes, con papel de plata: “obras completas de Lord Tempelton”. Jamás había oído pronunciar a ese autor. Mi dedo pulgar abrió el libro por una página que creía casual, como si fuera obligado tras cogerlo entre las manos, abrirlo por algún lugar. Pasé mis ojos por lo que allí había escrito. Aunque pareciera
estúpido, no sabía con certeza qué estaba leyendo, si prosa, si teatro, si poesía. Las palabras fueron tomando cuerpo en forma de versos. Después de la forma advertí el cuerpo, estaba en inglés, era una edición original. No había traducción al castellano. Mi dominio del inglés era pésimo, mi formación y oficio nunca exigieron de idioma alguno que no fuese el mío, por lo que simplemente ese gesto de pasar los ojos por encima de versos en inglés me producía una sensación extraña. Pero no fue así. Sin saber cómo, fui comprendiendo lo que allí estaba escrito. Con una facilidad absoluta fui desenmarañando el sentido de los versos y el matiz del que el idioma original dotaba a las palabras. Aún hoy me produce una emoción especial recordarlo. Leí del primer verso hasta el último. Del primer poema hasta el último sin parar, como el niño que aprende a andar en bicicleta y no cesa de dar pedales o como el experto conductor de un trineo que domina cada uno de los movimientos de sus perros. Todo se producía como si yo hubiera sabido inglés desde la cuna. De hecho, recuerdo que alguien me preguntó algo y yo le respondí en un perfecto inglés, sin advertir que me preguntaba en español. La sorpresa de aquella persona no fue ni mucho menos mayor de la que experimenté yo. Después de sobreponerme ante tal situación, pensé que aquello no podía estar ocurriendo, que era imposible que yo hablara fluidamente en inglés y aún menos que me gustara la poesía en ese idioma. Dispuesto a refutar lo que la realidad parecía corroborar con hechos, cogí otro libro, también de poesía, pero éste con traducción al español, y me puse a leerla. Entonces, el idioma que creía dominar se presentaba ante mis ojos como el alfabeto cirílico o, peor aún, una línea de hormigas. Sin coherencia ni significado alguno. Fue ese momento cuando empecé a preocuparme, a mirar a mi alrededor para confirmar que era la biblioteca de siempre con Ana, la bibliotecaria de siempre. En efecto, todo estaba igual, excepto yo. O mejor dicho, mi idioma, la forma de comunicarme con los demás era otra. De repente, vi cómo Ana se acercaba a mí, pensé que al verme agitado y un tanto inquieto me ofrecería su ayuda. Pero antes de darme tiempo a soltar una palabra en inglés que me delatara, ella me dijo: Juan, ha habido un error informático, disculpa. Sólo tienes un número, el otro es de un extranjero. Un inglés, creo.

Gracias-dije yo.

Como si con esa palabra me creara de nuevo a mí mismo


Publicado en: http://puntoyalarte.wordpress.com/2009/05/27/la-doble-identidad-un-cuento-de-antonio-pilar/

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