A la mañana siguiente, camino de Piedras Blancas,
me sentí como ánima por la cual alguien rezara.
Vi hombres con guadañas cortando los rastrojos,
riqueza de colmenas, una bocamina y una ermita,
cuévanos llenos de oro de maíz.
Era yo un peregrino nuevo en aquella escena
en la que entraba sin embargo como en terreno familiar,
el Gaeltacht, pongamos, en 1950.
Me saludaban, aunque poco les importaba
a las familias que trabajaban en los campos junto a la carretera
que me miraban y movían la mano desde su otro mundo,
como era costumbre cerca de Piedras Blancas.
me sentí como ánima por la cual alguien rezara.
Vi hombres con guadañas cortando los rastrojos,
riqueza de colmenas, una bocamina y una ermita,
cuévanos llenos de oro de maíz.
Era yo un peregrino nuevo en aquella escena
en la que entraba sin embargo como en terreno familiar,
el Gaeltacht, pongamos, en 1950.
Me saludaban, aunque poco les importaba
a las familias que trabajaban en los campos junto a la carretera
que me miraban y movían la mano desde su otro mundo,
como era costumbre cerca de Piedras Blancas.
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