Chico, ese árbol que ves ahí lo traje en este bolsillo...

viernes, 13 de abril de 2012

MICRORRELATO: SEBAS Y EL PROFESOR ANÓNIMO


Él me llamaba Sebas, pero yo me llamo Carlos. Fue mi profesor de gimnasia durante la primaria. Pasado el tiempo -demasiado- cuando me tropezaba con él, siempre  me llamaba así: Sebas; yo no le corregí la primera vez y así me rebautizó para siempre.
Yo no recordaba cómo se llamaba él, pero lo que sí recordaba era su BMW rojo de importación que por los años 80 apenas se veían. Algo había escuchado sobre su pasado: que había vivido un tiempo en Alemania y que estaba casado con una rubia de escándalo. Como suele pasar en estos casos, sus colegas del colegio lo llamaban "el alemán", pero para nosotros era   “el del BMW”,  por eso me costaba tanto recordar su nombre.

La última vez que lo vi, antes de irme de nuevo de la ciudad, le pregunté por el BMW:
  • Te confundes Sebas, jamás tuve un BMW ¡Ya me hubiera gustado!
  • ¿Y tampoco estuvo en Alemania trabajando?
  • Sólo de vacaciones, en Berlín, hace tiempo.
  • Ah, creía que....., pues era un rumor que corría por el colegio.
  • Sebas, veo que sigues siendo igual de despistado que cuando te daba matemáticas.
  • ¿Matemáticas?
  • Jeje, sí, sí: ma-te-má-ti-cas...eso que te gustaba tan poco. Lo recuerdo como si fuera ayer.
Sonreímos sin saber qué decirnos. Nos despedimos y no lo volví a ver de nuevo.

No le pregunté por su mujer porque me parecía demasiado injusta la posibilidad de hacerle perder del tirón un BMW rojo y una rubia despampanante.

Pensé, mientras se alejaba, en cómo el viejo maestro llamaría al verdadero Sebas, y me alegré al imaginar que fuese Carlos.

A uno le puede resultar doloroso aceptar que le confundan, pero más doloroso resulta que   te olviden.

No hay comentarios:

Publicar un comentario