Sonaba it never rains, por voz del gran knopfler. Recuerdo cómo te gustaban los Dire Straits. Sheffield era el último concierto de la gira por tierras británicas de 1982, después cruzarían el charco para llenar los estadios de media Europa con su legendario Love Over Gold, pero tú quisiste ir a verlos allí. Por medio de Dino, ¿recuerdas? Conseguí las entradas y después de un tortuoso viaje cruzando Francia en bus, llegamos a Inglaterra; allí todo fue más fácil, quizás porque notábamos el ritmo de la música muy cerca. Era tu sueño verlos en directo, creías que su directo ganaba cuando jugaban en casa, en su territorio. No te equivocaste, aún seguían siendo geniales en Roma, Marsella o Praga, pero allí el público estaba todavía más entregado; eran profetas en su tierra y además Alan Clark su vecino -todo cuenta.
Seguíamos el ritmo de la canción bajo la lluvia aunque no notaba el estigma del agua, quizás porque la canción te decía todo lo contrario, nunca llueve; quizás por eso o quizás porque la juventud en tu rostro me calentaba como una hoguera en Navidad, sentía en el paladar de mi piel una felicidad densa y dulce como un polvorón de manteca y almendra.
Balbuceábamos un inglés al cantar, que afortunadamente nadie escuchaba; bien es cierto que la mayor virtud de knopfler no es su capacidad vocal sino sus dedos. Justamente como tú me decías: ¡no besas muy bien, pero tus dedos son los de knopfler! Nos besamos, mal, pero nos besamos, y dejamos que los dedos de él se movieran por los míos. Casi nos llevó al orgasmo. De aquel tiempo recuerdo, tu ropa amplia y tus manías por llevar siempre sujetadores de colores chillones. Quizás por tu deseo de ser un caja de sorpresas permanente. También recuerdo tu manera de pintarte las uñas, como una contorsionista china y tu sabor a Fortuna. ¡Cuánto te quise, dios mío!
Este verano me pasé por Madrid para ver a Knopfler en concierto, ya sin los Dire Straits, toca sentado por recomendación de los médicos –según nos dijo- y sus últimos discos tienen un aire entre country y música irlandesa, que parece la banda sonora de una película de Ken Loach.
No tocó It never Rains, ni tampoco llovió –era un julio tórrido- pero sus dedos se movían como siempre. Curioso, al contemplarlos me recorrió una sensación entre húmeda y dulce por mi boca, mezcla del sabor de un sexo femenino y un polvorón de almendra.
DITREVI:
ResponderEliminar22 AGOSTO DE 1992 ESTADIO DEL MOLINON EN GIJON.
SONANDO IT NEVER RAINS Y LLOVIENDO SIN PARAR, PERO QUERER VIVIR ESE MOMENTO EN LA MEJOR COMPAÑIA , LO COMPENSA.
DULCE Y CALIDO RECUERDO A POLVORON DE ALMENDRA DE UN GRAN AMOR O PRIMER AMOR.
SIEMPRE SONARA IT NEVER RAINS
¡Cuánto amor se lleva la lluvia! Amantes de cauces secos.
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