A Ana, por sus 7 millas de sonrisa cálida.
Laura y yo habíamos ido a contratar nuestra luna de
miel. El sueño de ella era viajar por las islas Maldivas o un tipo de
islas similares con arenas calizas y de sol perpetuo y abrasador. Yo odiaba
estar expuesto permanentemente a los implacables rayos solares hasta quedarse
tostado, siempre lo consideré uno de los actos más absurdos del ser humano,
junto con el consumo de tabaco. Deberían haberlo condenado en las Naciones
Unidas hace tiempo. Los derechos de los fumadores pasivos y los derechos de los
pieles pálidas deberían estar recogidos en la Declaración Universal.
¡No hay justicia en este mundo!
Cuando llegamos a 7 Millas
-nombre de la agencia- nos atendió una chica joven, se notaba que
era de prácticas por su balbuceo y porque inmediatamente nos hizo pasar al
despacho de la directora: Ana Balbuena. Era una mujer alta, más alta que Laura
-lo que a ella le incomodaba-, con ojos claros y una sonrisa acogedora y cálida
como una playa del caribe. Si estuviera a la venta un viaje a esa sonrisa me
hubiera ido sin pensarlo, podría ser su producto estrella. Nos empezó a mostrar
opciones, Laura insistió en Asia.
Como buena vendedora fue precisando
precios al alza, cada vez con mayores atractivos, hasta llegar
a aquel paquete de venta que era irrechazable para unos recién casados y
que a ella más le convenía. Nos explicó en un mapa las excursiones
por los atolones, sus lugares más atractivos, sus exclusivos hoteles...Mientras
Ana iba recorriendo con su esmaltado dedo índice los atolones de las
Maldivas, nos imaginaba navegando en una sensacional lancha motora color rosso
corsa -como la uña de su dedo- tal como haría el mismísimo Sony Croket por
la bahía de Miami Beach; eso sí, con un sol más civilizado. Ella a mi lado, con
su melena al viento, sonriéndome con esos ojos claros esmeralda persuadiéndome
de todo lo imaginable con cada una de sus miradas.
Esa imagen en mi cabeza me pareció tan real que le
respondí, en mi ensueño, con otra plácida sonrisa, sin advertir que Laura
me llevaba haciendo la misma pregunta varios segundos. Me apretó el brazo con
fuerza, como solía hacer cuando quería llamarme la atención sin ser
vista ¿Jaime, me estás escuchando o
estás en Babia? No, en Miami, le dije de forma automática. Entonces
Ana se carcajeo, de la misma forma que en la lancha motora. Laura, hizo un
gesto de desagrado; sé que me iba a traer consecuencias, igual que cuando
me expongo mucho al sol, que me acabo quemando.
Al final, Laura seleccionó el viaje que le gustaba: a
las islas Maldivas, por supuesto. Pero no fui.
DITREVI:
ResponderEliminarNO SOLO VIAJAMOS FISICAMENTE SINO QUE EN OCASIONES LO HACEMOS MENTALMENTE PARA EVADIRNOS DE SITUACIONES.....
PERO EN OCASIONES NUESTRA MENTE NOS JUEGA MALAS PASADAS ANTE LOS DEMAS, HACIENDONOS DECIR LO QUE PENSAMOS Y NOS TENIAMOS RESERVADO.
NUESTRA MENTE ES SABIA, Y SIEMPRE ESTA EN POSESION DE LA VERDAD, SOMOS NOSOTROS LOS QUE NOS ENGAÑAMOS
¡¡¡¡¡¡¡¡¡AL PODER LA IMAGINACION!!!!!!!!!!